Las llamas de Vincent

¿Has alargado alguna vez los dedos intentando alcanzar el límite de la realidad? ¿Intentaste quizás subir una montaña y te quedaste a sus pies, agotado, exhalando con cada suspiro toda la voluntad que tenías para escalarla? ¿Has dejado que tus dedos sientan el cosquilleo quejumbroso del futuro acercándose a ellos, justo a punto de tocarlos y de repente se te ha escapado? Es entonces cuando llegas a conocer una de las sensaciones más devastadoras que puedes conocer. No se trata sólo de frustración. No. Es como si ese milímetro que falta entre tus dedos y el futuro se llenara de tus sueños, y de repente lo atravesara una ligera brisa, tan leve que si soplaras con los labios de un moribundo, la vencerías. Pero llega, y sigue incansable su camino destruyendo todo lo que esperas con un leve gesto.

Creo que esa es la sensación que hizo enloquecer a Vincent van Gogh, y que seguramente, frustrado por no poder alcanzar lo que él quería pintar en sus lienzos, hizo que el fuego y las llamas se comieran más de una obra suya, o así me lo imagino yo. Unas llamas que ya no pueden más que convertirse, en mi caso, en una papelera de reciclaje, a la que destinas todo aquello que no brilla, que no te hace sentir tú mismo. Ojalá pudiéramos volver a escribir todo en papel para poder echar a las llamas aquello que no nos convence. Supongo que todos los artistas se han sentido así. Que quizás todos han tenido esas noches solitarias en las que no salen las palabras, en las que no pueden pintar, componer una canción salida desde el alma, en que la inspiración desaparece por completo. Pero no sólo eso, no solamente la desaparición de la inspiración es lo que hace que caigas en ese pozo tan oscuro que son las llamas de Vincent. Hay una parte de ti, que una de tantas noches en que las musas desaparecen, empieza a golpearte con sus puños de acero y a hacerte sentir pequeño, solitario, inútil, fracasado y sobretodo incapaz de lograrlo.

Tu mente racional puede decirte en ese momento que con esfuerzo, con voluntad, práctica, perseverancia y un toque de locura y genialidad, todo seguirá adelante y saldrá bien. Pero a esa parte racional es muy difícil escucharla cuando estamos hundidos en la miseria de nuestra propia mente. Y ya todos lo sabemos, no hay nada más complicado que luchar contra uno mismo, salvo quizás hacer las paces con uno mismo.


Me acuerdo en esos momentos de la frustración del viejo Vincent. Ojalá tuviéramos todos los que sufrimos estas horas oscuras un poco de tu genialidad, un poco de tu voluntad para seguir intentándolo, para ver el mundo con los colores que tú los viste y aplicarlos a nuestro pequeño arte. Ojalá otra noche como esta tarde muchos meses en llegar.

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