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Mostrando entradas de enero, 2014

La cañería del odio II

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           Se dice que el odio es un sentimiento explosivo, como la ira. De esos que atacan y te dan una cantidad de energía durante un cierto período de tiempo para luego arrebatártela y dejarte exhausta. Mirándolo de esa forma el odio podría ser muy parecido al café o las bebidas energéticas. La mayoría de la gente no soporta ese “subidón” que da el odio, ya que durante todo el tiempo que lo usas te hace sentir mal con el mundo y contigo misma. Sin embargo, ella no creía que el odio fuera un sentimiento tan volátil. Aquellos que lo compararan con el café apenas tenían una pequeña noción de lo que era el odio. Lo veían llegar y temiéndolo, lo dejaban irse con la misma rapidez. No habían sentido en ese tiempo lo suficiente para mantenerlo dentro de ti, para purificarlo, por así decirlo. El odio, tal y como ella lo veía, era como si el ser humano pudiera nutrirse de energía nuclear. Es dañino y lo sabes desde el principio, pero si consigues ponerte el traje a tiempo y poner la maqu

El día en que las sombras cruzan Limes.

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El Morador del Limes (Cortesía de Stardust) Llevaba unos cuantos meses viviendo en Limes , en mi tranquilo y abandonado pueblo, que reparaba poco a poco trabajando duramente y con la ayuda de aquellos que se acercaban a saludar al “morador”. Ya me había acostumbrado a sus idas y venidas, a sus invitaciones y a su curiosidad innata. Había algo en mí que les sorprendía, tanto como ellos me sorprendían a mí. Y no hacía falta que me lo dijeran, aquellas gentes lo demostraban abiertamente. A veces venían niños y adultos a observarme. Se sentaban en lo alto del pequeño muro que rodeaba el pueblo y que continuaba su camino, y desde allí me señalaban o me hacían preguntas en voz alta. Muy pronto me acostumbré a ellos y asumí que, si yo me internaba en sus ciudades para ver cómo vivían, ellos tenían el mismo derecho a hacerlo conmigo. Pronto pude comprender que aquello que les sorprendía, tanto a niños como adultos, era mi estancia en la villa. Ellos veían dos ciudades, diferente

La cañería del odio I

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El sonido de las pulsaciones golpeando la sangre en sus oídos le hizo estremecerse una vez más. Sentía su corazón atravesándole la piel, rasgándola y filtrándose por los poros hasta que sentía como el sudor se enfriaba y goteaba en el ya de por sí húmedo suelo. Su cuerpo reaccionó antes de que se diera cuenta y se recostó contra la pared, tapándose en movimientos lentos con las dos mantas raídas que la acompañaban en la casi perpetua oscuridad. Consiguió taparse las piernas con una de ellas y utilizó la otra para cubrirse hasta el cuello. Entró en calor al instante, a pesar de los agujeros que plagaban ya las mantas. Pensó, durante un instante, que era posible que hubiera llegado el verano. Un segundo de más que la hizo sacudirse, como si tuviera un escalofrío. El verano ya no existía. Su mundo tenía muchas facetas, pero en ninguna había nada llamado verano. En cambio, lo que sí había en su mundo eran rejas de acero, los ratones escondidos, las dos comidas diarias sin nada de