Ella lo dejó todo atrás.

“Clanc”

El sonido de la puerta al cerrarse era el mismo sonido que tenía su alma para salir a la luz. Y la luz estaba limitada a ese pequeño lugar en el mundo que era su apartamento. Lo había conseguido gracias a un amigo por un precio de lo más razonable. Zona céntrica, balcón, cocina, salón y dormitorios espaciosos. Más de lo que ella necesitaba, pero todo lo que deseaba. Poco a poco se había convertido en una parte más de ella. No estaba decorado en exceso, pero había pequeños detalles, como el color oscuro de la madera, souvenirs con pinta de tener cien años más de los que en realidad tenían… Esas cosas que lo convertían en una prolongación de ella misma.

Dejó el abrigo colgado tras la puerta, aún no se había acostumbrado al clima húmedo de la zona y lo necesitaba cada vez que salía a la calle. Era viernes y se había acabado el trabajo. No sólo de toda la semana, el trabajo se había acabado por una temporada. Llevaba más de un año en el mismo lugar y la oferta que había recibido la había sacado de dudas. Ya no tendría que aguantar al capullo de su jefe nunca más. Ni su risa estúpida, ni sus miradas furtivas, ni los lastimeros intentos de tener una cita con ella. Se había librado de todo eso y ahora tenía una semana libre para volver a organizar su vida. Quizá se cortara el pelo. Le apetecía algo nuevo. Dejó sus cosas sobre el sofá y se fue directamente a la cocina. Era extraño que con el frío que sentía a veces siempre llegaba con la garganta seca a casa.

La luz de la nevera apenas tuvo tiempo de tocarla. Su mano ya sabía lo que buscaba: el zumo de grosellas negras. Deslizó una buena cantidad dentro de un vaso y sin más preámbulos se lo bebió al completo. Le encantaba desde que era una niña, y le encantaba mucho más llegar a casa y refrescarse así. Volvió a llenarlo casi hasta el borde y lo dejó de nuevo en la nevera. El sonido de los zapatos se dirigió de nuevo hacia el salón, abrió la puerta del balcón y espero que la fría brisa le recorriera las mejillas haciéndola sonrojarse. Respiró durante unos segundos y cerró los ojos. El aire acariciando su rostro, el sol de la tarde sobre su mano, el frío del vaso de cristal en su otra mano… Se llenó de esas sensaciones que la abordaron por completo.

Sus pasos la llevaron de vuelta al interior, con la brisa tras ella pero no lo suficientemente fuerte como para helar la casa. Dejó el zumo sobre la mesilla del  salón  y pasó las manos por su pelo. Se sentía de nuevo así, como si lo estuviera dejando todo atrás, como si el tiempo se hubiera parado una milésima de segundo, el mismo tiempo en que ella había decidido cambiar el camino que era su vida, y todo comenzara a ser diferente. Se había sentido así el mismo día en que había comprado ese apartamento. Y ahora la misma sensación se agolpaba en su pecho. Como aquel día comenzó a quitarse la ropa.

Fue hacia su dormitorio y tras desabrocharse la blusa de color granate que tanto le gustaba, la tiró sobre la cama. Se desabrochó el botón de los vaqueros y bajo la cremallera, para poder tirar de las caderas del pantalón hasta dejarlo en el suelo. No lo hizo buscando ningún tipo de sensualidad, como cuando terminaba en la cama con algún chico. Lo hizo para ella. Algo más salvaje, algo más cómodo, y sobre todo… elegante. Se miró al espejo y contempló el conjunto de ropa interior que se había puesto ese día. Era uno de los más elegantes. Había querido sentirse bien. Sabía lo que tocaba hacer en el trabajo y la necesidad de sentirse lo más cómoda posible había podido con ella. La desabrochó y la dejó también sobre la cama. Contempló su cuerpo desnudo frente al espejo. Sabía que siempre podía encontrar fallos, sólo había que buscarlos, pero también tenía constancia de que era bastante atractiva. No demasiado alta, pelo negro y ondulado que caía sobre sus hombros, curvas sugerentes y no de las que salían en las revistas de moda, sino de las que tienen unos cuantos kilos de más, pero que sorprendentemente, encantaban a los hombres. Se sonrió a sí misma. Sabía por experiencia que les encantaban a los hombres, y esa sonrisa completaba el pack.

Pero algo fallaba en la imagen que veía sobre el espejo. Se fijó durante unos minutos hasta que lo encontró, no por el reflejo sino por el recuerdo. El maquillaje. Se dirigió rápidamente hacia el baño y buscó en su neceser las toallitas desmaquilladoras. Se paró sobre el pequeño espejo del baño y se dedicó durante unos interminables minutos a eliminar todo resto de maquillaje de su cara. Cuando por fin hubo terminado se lavó la cara con agua y se secó con una toalla blanca impoluta. Se miró en el espejo y volvió a sonreír mientras deslizaba los dedos por su pelo.

         Volvía a sentirlo en su piel, pensaba mientras iba a por su vaso. Volvía a sentir que no quedaba nada. Era solo ella y todo lo demás quedaba atrás. No se preocupó demasiado al salir al balcón completamente desnuda. Cualquiera que pudiera verla en ese momento se había ganado la vista. Ahora era ella misma y estaba en casa. Se preguntó si le sucedería a otras personas, esa necesidad imperiosa de quedarse completamente desnuda y sentir que todo lo demás no importaba, que ese momento era para ella. No lo sabía, pero le encantaba sentirlo.


Se dejó caer en la mecedora que había comprado expresamente para el balcón y se llevó el vaso a los labios. El sabor fluyó por su lengua. Cruzó las piernas y se quedó mirando las vistas. No es que fueran maravillosas, pero comparadas con otros puntos de la ciudad eran perfectas, sobre todo en ese justo momento, mientras se iba haciendo de noche y las luces se iban encendiendo poco a poco. No tuvo constancia del tiempo que había pasado hasta que notó que estaba tiritando. Era completamente de noche y ya no le quedaba nada en el vaso. Se levantó y miró al vacío  desde el balcón. Esa noche no pensaría en qué pasaría si cayera y dejara todo atrás de una vez por todas. Esta noche de verdad lo dejaba todo atrás. Esta noche era libre para pensar sólo en sí misma, libre para sentir. Cerró la puerta del balcón y volvió a su cama con la sensación de que el mundo sería diferente al despertar.

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