La amarga ausencia de la estática.
930 millones de kilómetros más tarde y un poco más de esa insignificante distancia es lo que tardas en darte cuenta de ciertas cosas. Cuestiones a las que no les das importancia en un principio pero que ahora son o han dejado de ser parte de tu vida. Durante todo ese camino has estado un tanto despistado, como ausente, y por qué no decirlo: acojonado y más alerta que el perro de “Up” buscando ardillas. Te has pasado ese tiempo dando saltitos de aquí para allá, hablando con la gente que permanecía lejos de ti siempre que podías, e intentando crear un nuevo mundo a tu alrededor que te diera un confort que, asumámoslo, nunca vas a recuperar del todo. Así que te has dedicado durante todo este camino a crear un equilibrio más que precario entre dos mundos a miles de kilómetros de distancia. Pero la travesía ha sido larga y tortuosa, y la realidad a la que te enfrentas ahora es resultado de dichos intentos, como cuando a principios